El microcentro tucumano: cuando la densidad deja de ser sinónimo de vitalidad

Durante décadas, el microcentro tucumano fue el corazón visible de la provincia: un entramado de calles donde la economía, la política y la vida social se mezclaban con un pulso propio. Allí se decidía el ritmo del consumo, la temperatura de la calle y hasta el humor colectivo. Hoy, sin embargo, esa densidad que alguna vez fue motor empieza a convertirse en carga.

La circulación se concentra, pero no necesariamente en actividad económica. Hay más tránsito que compradores, más oficinas que locales, más edificios que vecinos. El concepto de densidad tan celebrado por los urbanistas se volvió desbalanceado: no hay una convivencia real entre vivienda, comercio y servicios, sino una superposición de usos que se interponen entre sí.

Esa doble condición de hiperactividad diurna y apagón nocturno genera una sensación de agotamiento urbano. La densidad constructiva no garantiza la densidad humana.

El microcentro tucumano está ante una disyuntiva: seguir siendo un territorio saturado de movimiento, pero vacío de sentido, o convertirse en un espacio urbano contemporáneo, con equilibrio entre trabajo, cultura y vivienda.

La primera opción es la más cómoda, pero la segunda es la que define el futuro.