Anuncios que mueven el tablero, dinámicas de fondo que lo devuelven a su lugar

(Por Luis Secco - economista y director de Perspectiv@s Económicas) Los anuncios recientes —desde el apoyo de EE.UU. hasta la baja de retenciones al agro— lograron un alivio fugaz en los mercados, pero la falta de consistencia macroeconómica y política devuelve la inestabilidad y limita el impacto de las medidas.

En Argentina, tres días pueden parecer una eternidad. La semana pasada, dos decisiones bastaron para dar vuelta la foto: desde Washington, el Tesoro de Estados Unidos dejó trascender un apoyo excepcional a canalizar vía el Exchange Stabilization Fund —con un menú que incluiría un swap por 20.000 millones de dólares y la eventual recompra de deuda—; y en casa se dispuso, de manera transitoria, retenciones cero a las exportaciones agropecuarias. El incentivo funcionó al instante: en apenas tres ruedas el campo adelantó alrededor de 7.000 millones de dólares. El resultado fue inmediato: subieron bonos y acciones, cayó el riesgo país, el peso se apreció y, dato no menor, ni el Tesoro ni el Banco Central tuvieron que vender; al contrario, el Tesoro pasó a comprar dólares.

El alivio, sin embargo, duró poco. Ya sobre el cierre del viernes empezaron a reaparecer las señales que venían marcando la cancha: el riesgo país rebotó, y la demanda de cobertura en el mercado de futuros ganó fuerza. A comienzos de esta semana, la foto cambió otra vez, pero en sentido inverso: bajaron los activos, subió el riesgo y el dólar volvió a inquietar. Aun cuando el Tesoro alcanzó a comprar, terminó cediendo una parte de esos dólares, confirmando que el envión se estaba desinflando más rápido de lo deseable.

En el medio, el Banco Central introdujo un condimento adicional: la reimplantación de la “restricción cruzada”, una medida que en los hechos encarece y dificulta la operatoria cambiaria de cobertura. ¿Motivo? Comprar tiempo y, si se puede, abaratarlo. ¿Efecto? Refuerza la desconfianza y alimenta la brecha, porque el mercado interpreta que si hay que multiplicar barreras es porque los fundamentos no alcanzan para sostener el esquema. 

Otro tanto sucedió con la prohibición de que las billeteras virtuales operen dólares oficiales. Se prohibió algo que para el BCRA ya estaba prohibido, pero la sensación de que la demanda de dólares no afloja se vio nuevamente reforzada. Por lo pronto, el Tesoro apenas compró el 37% de lo que liquidaron los exportadores. Una cifra inferior a la esperada y que indica que absorbida esta oferta excepcional, las presiones en el techo de la banda podrían reaparecer rápidamente.

La política tampoco ayudó a estabilizar las expectativas. La reunión Milei–Macri alcanzó para unos tuits y titulares periodísticos, pero no implican un nuevo rumbo. Del frente externo llegó otra precisión que relativiza el alcance del anuncio norteamericano: todo indica que la ayuda se materializaría recién después de las elecciones legislativas del 26 de octubre. Anuncio no es desembolso, y sin un contrato con monto utilizable, plazos, colaterales y condiciones explícitas, su poder estabilizador en el corto plazo es limitado. Mientras tanto, conviene recordar que los depósitos del Tesoro en el Banco Central no lucen holgados para atender, sin refuerzos, los compromisos más exigentes que asoman en el horizonte inmediato.

El contraste entre el alivio exprés y el retorno a la inestabilidad dice algo más profundo sobre el momento económico. No es que los anuncios no funcionen; funcionan, y de hecho lo hicieron: durante unas jornadas el mercado se reordenó,los precios de los activos respiraron y el sector público dejó de vender dólares. Lo que falla es la persistencia de ese efecto cuando la credibilidad está erosionada. La expectativa mayoritaria de que el oficialismo no revertirá su desventaja en octubre, más una agenda legislativa y mediática áspera, empuja a los agentes a cubrirse antes que a apostar. Si el horizonte político luce nublado, las conductas se vuelven defensivas y el apetito por el riesgo argentino dura lo que dura el titular del día.

En economía, como en política, la ansiedad es mala consejera, pero el calendario aprieta. La bala de plata de un respaldo externo inédito ya fue disparada en forma de anuncio; la baja transitoria de retenciones ya hizo su trabajo de corto plazo. Lo que falta es lo que desde el principio se extraña: consistencia. Sin eso, la Argentina seguirá viviendo de grandes titulares y pequeñas treguas. Con eso, en cambio, las próximas tres ruedas podrían dejar de importar tanto, y ese, en un país que mide su estabilidad en días, sería el verdadero cambio de tendencia.