¿Plan o no plan? La economía entre la discrecionalidad y la fuga al dólar

(Por Luis Secco - economista y director de Perspectiv@s Económicas) El Gobierno aún no logra definir con claridad el régimen monetario, financiero y cambiario que pretende establecer. Mientras tanto, el sector privado busca cobertura en el refugio más conocido: el dólar.

La economía argentina atraviesa un momento de creciente incertidumbre. A las señales de fatiga macroeconómica se suman el ruido político, los escándalos de corrupción y, como telón de fondo, una dinámica financiera que vuelve a tornarse inestable: tasas altas y volátiles, riesgo país arriba de los 800 puntos y una presión latente sobre el mercado cambiario.

En este contexto, uno de los rasgos más preocupantes es la ausencia de una arquitectura económica coherente. A ocho meses de iniciada la gestión, el Gobierno sigue sin dejar en claro cuál es el régimen monetario, cambiario y financiero que piensa consolidar a mediano plazo. La transición desde un esquema de ancla cambiaria (basado en el crawling peg y la licuación inicial) hacia uno basado en agregados monetarios no fue acompañada por un marco institucional o una regla explícita que ordene las expectativas.

Mientras tanto, los argentinos, acostumbrados a estas lides, no pierden el tiempo. Desde que se levantó el cepo a las personas humanas en abril, el sector privado no financiero ha atesorado US$ 14.730 millones. No es una cifra menor. Y aunque es cierto que para que alguien compre, alguien tiene que vender”, eso no resuelve el interrogante central: ¿de dónde salieron los dólares que hoy descansan bajo el colchón financiero argentino?

La tabla de la página siguiente intenta responder esa pregunta. La mayor parte de los fondos que alimentaron la formación de activos externos provinieron de deuda colocada por el sector privado por US$ 4.970 millones (un 34% del total), del resultado de la cuenta corriente cambiaria por US$ 2.924 millones (un 20% del total), ventas de dólares de los bancos (reducción de la Posición General de Cambios) por US$ 2.411 millones (16%) y dólares del Sector Público por  US$ 1.499 millones (10% del total). No se trata, entonces, de un fenómeno autofinanciado ni neutro: el proceso de dolarización privada implica un costo en términos de reservas no acumuladas, endeudamiento y de expectativas de transitoriedad del régimen cambiario/monetario actual.

Es cierto que el Gobierno heredó una situación muy complicada. También lo es que logró, en los primeros meses, estabilizar nominalmente algunas variables clave, pero eso no alcanza. Sin reglas claras, sin una estrategia institucionalizada, la estabilización resulta menos sostenible. Los mercados pueden tener paciencia, pero cuando el norte se vuelve difuso, la única brújula que sigue funcionando en la Argentina es la del dólar.

De allí que no debería llamarnos la atención que el Tesoro anuncie que “a partir del día de la fecha participará en el mercado libre de cambios con el fin de contribuir a su liquidez y normal funcionamiento”. Un cambio más de política y otra promesa no cumplida.

Ahora bien, la idea era comprar dentro de las bandas para acumular reservas (lo cual había sido acordado inicialmente con el FMI) pero según lo anunciado van a vender dentro de las bandas. En este sentido vale la pena considerar los siguientes aspectos:

  • Cuál es el poder de fuego? US$ 1.709 Millones (depósitos del tesoro en el BCRA según datos oficiales al 28/08). Ver gráfico.
  • A partir de ahora, la clave será con cuánto interviene día a día. ¿Si es necesario los llevarán a cero?
  • Se trata de otra apuesta fuerte a que todo marchará a pedir del plan. Léase un resultado electoral muy favorable para LLA.  Y si eso no sucede, como decíamos cuando éramos más jóvenes… después vemos. De todas maneras, los tenedores de deuda en dólares que ya estaban preocupados, ahora tienen más razones para estarlo.
  • Por último, todavía faltan 38 días hábiles para las elecciones nacionales de octubre. Casi una eternidad teniendo en cuenta tanto las dinámicas del mercado como las políticas.

El desafío pasa por implementar una política económica creíble y articulada, y hacerlo pronto. Es evidente que el Gobierno no siente que tenga chances de poder modificar la política actual antes de las elecciones de octubre. Tampoco nosotros pensamos que lo pueda hacer: luciría muy reactivo y tendría menos chances de tener éxito. Pero cualquiera sea su resultado, será clave llevar adelante, luego de ellas, una corrección (de políticas y cambiaria), porque cada vez que se percibe que la política económica es un conjunto de medidas sueltas —en lugar de un plan— y que el Gobierno no quiere, no sabe o no puede implementar dicho plan, el dólar deja de ser una variable más y pasa a ser el síntoma de algo más profundo: la pérdida irreparable de la confianza.