El "Miedo a flotar" y la contradicción cambiaria: por qué el Gobierno teme liberar el dólar

(Por Luis Secco - economista y director de Perspectiv@s Económicas) A pesar de que el oficialismo asegura que el tipo de cambio es el correcto, mantiene un estricto control sobre el dólar y retrasa la apertura del mercado cambiario. ¿Por qué persiste el temor a la flotación? Las lecciones del pasado y los desafíos económicos que enfrenta la administración de Javier Milei

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En la reciente narrativa oficial sobre la política cambiaria, se percibe una defensa vehemente de la idea de que el tipo de cambio actual es el "correcto", al tiempo que se mantiene un estricto control sobre su cotización, un control que el Presidente niega cuando sostiene que “no controlamos el tipo de cambio”. Esta postura revela una contradicción fundamental: si el tipo de cambio refleja verdaderamente su nivel de equilibrio, ¿por qué persiste el miedo a flotar?

Comprendiendo el "Miedo a flotar"

El concepto de "Miedo a flotar" fue introducido en la literatura económica para describir el comportamiento de ciertos países que, a pesar de declararse partidarios de un régimen de tipo de cambio flexible, intervienen de manera sistemática en el mercado cambiario para evitar fluctuaciones que consideran indeseadas. Este fenómeno suele estar asociado a economías emergentes que temen los efectos potencialmente desestabilizadores de una volatilidad cambiaria elevada sobre la inflación, la deuda externa y la confianza de los inversores.

En el caso argentino, el "Miedo a flotar" se manifiesta en la persistencia de controles cambiarios estrictos y en la gestión activa del tipo de cambio mediante intervenciones del Banco Central. El argumento oficial sostiene que el tipo de cambio está en su nivel adecuado, pero la resistencia a liberar completamente el mercado sugiere cierta falta de confianza en la capacidad de la economía para sostener ese nivel sin intervención estatal.

La paradoja de la política cambiaria actual

El presidente Milei ha criticado a los economistas que sugieren una devaluación, argumentando que tales pedidos carecen de fundamentos técnicos sólidos. Sin embargo, la mayoría de los economistas no están abogando por una devaluación per se, sino por el levantamiento de los controles cambiarios y la transición hacia un régimen de flotación cambiaria.

La contradicción es evidente: si el tipo de cambio actual refleja correctamente los fundamentos de la economía, permitir que el mercado determine su valor no debería ser motivo de preocupación. La necesidad de acumular reservas o de reducir la base monetaria para "estar listos" para levantar el cepo genera la impresión de que las autoridades también piensan que el mercado llevaría la cotización del dólar a un nivel más alto (y, eventualmente, indeseable). 

Como corolario, la necesidad expresada en innumerables ocasiones (desde que comenzaron las críticas a la política cambiaria hacia el segundo trimestre del año pasado) de contar con más reservas parece implicar que el Gobierno planea continuar administrando la cotización del dólar, lo cual podría llevar a una nueva apreciación del tipo de cambio real, dada la preferencia ya revelada del Presidente y su ministro de un peso fuerte o apreciado. Como puede verse en el gráfico, que muestra la evolución del tipo de cambio real multilateral que calcula el BCRA, la apreciación real apunta a alcanzar niveles parecidos a los de finales de la convertibilidad y de finales del último gobierno de Cristina Fernández.

Lecciones del pasado y riesgos futuros

El "Miedo a flotar" es un fenómeno comprensible en un contexto como el argentino, donde la inestabilidad macroeconómica y la falta de credibilidad han sido recurrentes. Sin embargo, mantener un tipo de cambio férreamente administrado no es una solución sostenible. La experiencia histórica muestra que, tarde o temprano, las distorsiones generadas por un tipo de cambio artificialmente apreciado terminan en crisis cambiarias.

Superar el "Miedo a flotar" requiere una combinación de disciplina macroeconómica, reformas estructurales que impulsen la productividad del sector privado (léase competitividad) y confianza en la capacidad del mercado para asignar eficientemente los recursos. La persistencia de controles cambiarios sugiere que, más allá de los discursos, el Gobierno aún no ha superado ese miedo. En lugar de debatir sobre si el tipo de cambio está "atrasado" o si los precios están "adelantados", el verdadero desafío pasa por contar con un marco de políticas que permita que el tipo de cambio flote sin temor.

En última instancia, la política económica no puede desvincularse de la construcción política. La capacidad del Gobierno para avanzar hacia un esquema de mayor libertad cambiaria y superar el "miedo a flotar" dependerá, en gran medida, de su éxito en consolidar un programa económico que inspire confianza tanto en los mercados como en la sociedad. Esto implica no sólo mantener la disciplina fiscal y la estabilidad macroeconómica, sino también lograr consensos en el Parlamento para aprobar reformas estructurales clave, como la laboral y la tributaria, que potencien la competitividad del sector privado.

El desafío se intensifica en un año electoral, donde el oficialismo buscará no solo resultados económicos favorables, sino también una validación política que actúe como un plebiscito sobre su gestión. En este sentido, la credibilidad de la política cambiaria y la capacidad de demostrar que el modelo es sostenible sin controles excesivos serán factores decisivos tanto para la continuidad de la estabilización como para el equilibrio político del Gobierno.

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