La iniciativa comenzó en 2017, cuando el enólogo francés Christophe Gerland, especialista en vinos espumosos, alentó a Baltazar Chico Zossi a experimentar con el método tradicional de segunda fermentación en botella, aplicándolo a una cepa emblemática del norte argentino: el torrontés. El desafío era doble, ya que casi no existían antecedentes de espumantes elaborados con esta variedad ni en altura.
Durante tres años, la bodega realizó pruebas para perfeccionar cada etapa del proceso, desde la cosecha hasta la toma de espuma —la fase que genera las burbujas naturales—. El resultado fue un espumante artesanal, de burbuja fina y elegante, que en 2019 obtuvo la verificación del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), consolidándose como el primer vino espumoso de Tucumán certificado bajo el método champenoise.
La producción continúa siendo limitada y completamente manual, lo que le otorga un carácter exclusivo. Actualmente, la bodega avanza en la elaboración de espumantes dulces y proyecta alcanzar entre 1.000 y 2.000 botellas en los próximos años, con foco en calidad y diferenciación.
Más allá de su valor simbólico, el desarrollo de este espumante representa una oportunidad económica para la vitivinicultura tucumana. La producción local bajo estándares de alta gama reduce costos logísticos, impulsa el empleo regional y fortalece la cadena de valor del vino.
El proyecto también potencia el crecimiento del enoturismo en los Valles Calchaquíes, un circuito cada vez más demandado por visitantes nacionales y extranjeros. Con la Ruta 40 como corredor natural y una creciente promoción institucional, los productores buscan consolidar a Tucumán como un nuevo destino enológico del norte argentino.

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