El episodio refleja lo que muchos comerciantes vienen percibiendo: el consumo se retrae, el acceso al crédito es limitado y los costos fijos —entre ellos alquileres, salarios y logística— presionan con fuerza sobre la rentabilidad. En este contexto, la competencia entre marcas se vuelve más dura y el mercado interno muestra su fragilidad frente a un escenario inflacionario y de menor poder adquisitivo.
Para Tucumán, y para provincias con estructuras similares, el desafío no pasa solo por gestionar los cierres o reubicar empleados, sino por generar una estrategia integral que impulse la reactivación del comercio local, con incentivos fiscales, financiamiento accesible y políticas que fortalezcan la diversidad comercial en los centros urbanos.
El cierre de esta sucursal debe ser leído como una oportunidad para repensar el modelo de desarrollo local. La pregunta es clara: ¿cómo proteger el comercio tucumano sin depender de las decisiones de grandes cadenas? La respuesta exige una acción coordinada entre el Estado provincial, los municipios y el sector privado, para evitar que estos episodios se multipliquen y terminan configurando un nuevo mapa económico, con menos actores y más desigualdad.
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