2024, un año de estabilidad (estos son los desafíos que quedan para el 2025)

(Por Luis Secco - economista y director de Perspectiv@s Económicas) Con inflación controlada y un superávit fiscal histórico, el Gobierno enfrenta en 2025 el reto de levantar el cepo cambiario, concretar reformas estructurales y negociar un nuevo acuerdo con el FMI. Veamos. 

El año 2024 cerró con signos de estabilización económica que, para muchos, parecían inalcanzables apenas un año atrás. La inflación perforó mínimos históricos en décadas recientes, el superávit fiscal primario se consolidó como un rasgo distintivo de la administración Milei, y el riesgo país cayó a niveles que abren la puerta a nuevas oportunidades de financiamiento externo. Sin embargo, esta etapa de relativa calma no es el final del camino, sino el preámbulo de un 2025 cargado de retos que pondrán a prueba la solidez del cambio de régimen económico iniciado este año.

El Gobierno de Javier Milei asumió con una promesa clara: estabilizar una economía en crisis sin recurrir a soluciones transitorias o populistas. En este sentido, el año fue un laboratorio para probar la viabilidad de un modelo basado en la disciplina fiscal, la apertura comercial y la desregulación económica. La fase II del programa de estabilización, lanzada en julio, logró controlar la inflación mediante una combinación de medidas fiscales restrictivas y un crawling peg del 2% mensual que contribuyó a moderar expectativas. Por otro lado, el superávit comercial y el fortalecimiento de las reservas internacionales ofrecieron un respiro necesario para una economía históricamente asediada por la falta de divisas.

Pero 2024 también dejó señales de advertencia. La apreciación real del peso, mientras sirvió como ancla inflacionaria, comenzó a generar tensiones en sectores productivos sensibles, especialmente aquellos relacionados con las exportaciones y la competencia con bienes importados.

De cara al próximo año, el Gobierno enfrenta una agenda tan ambiciosa como riesgosa. Tres grandes ejes marcarán el rumbo: el levantamiento definitivo del cepo cambiario, la concreción de reformas estructurales largamente postergadas y un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

  • El cepo cambiario: El levantamiento de las restricciones será un momento definitorio. Aunque el Gobierno ha prometido eliminar el cepo en 2025, la transición no será sencilla. La acumulación de reservas y la convergencia de los tipos de cambio oficiales y libres son avances significativos, pero la apreciación del peso y las tensiones comerciales globales, acentuadas por la política exterior de Donald Trump, plantean desafíos que no pueden ignorarse.
  • Reformas estructurales: La agenda incluye cambios en el sistema tributario, laboral y previsional, así como una nueva configuración de las relaciones fiscales entre la Nación y las provincias. Estas reformas no solo son necesarias para consolidar el equilibrio fiscal, sino también para garantizar la competitividad de la economía en un mundo cada vez más exigente.
  • El acuerdo con el FMI: Las negociaciones con el Fondo serán otro hito clave. Acceder a un nuevo paquete de financiamiento dependerá no solo del apoyo político internacional, sino también de la disposición del Gobierno a implementar cambios profundos en política cambiaria y controles de capitales. Este acuerdo, si se maneja con prudencia, podría ser un catalizador para fortalecer la estabilidad macroeconómica y generar un entorno más propicio para la inversión.

Como en todo proceso de transformación, el tiempo es un recurso limitado. Los logros alcanzados en 2024 ofrecen un margen de maniobra que debe ser aprovechado antes de que los vientos políticos o económicos compliquen el panorama. 

En efecto, el contexto electoral de 2025 añade una capa extra de complejidad a los desafíos del año. En un escenario donde las reformas estructurales y el levantamiento del cepo exigen determinación y paciencia, las elecciones de medio término podrían poner a prueba la capacidad del Gobierno para mantener su rumbo. 

La tentación de posponer decisiones difíciles para evitar costos políticos inmediatos siempre está latente, pero abandonar el programa de estabilización o frenar las reformas clave pondría en riesgo los logros alcanzados en 2024. Este será el gran dilema de un año en el que los resultados económicos estarán en constante escrutinio por parte del electorado.

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