La historia comenzó el 26 de septiembre de 2002, cuando Camila, con apenas un año y siete meses arrancaba el día junto a su familia en Pozuelo, a 25 km. de las termas de Río Hondo. De repente, la niña sufrió un accidente en la cocina y padeció graves quemaduras en las dos manos.
Tras acudir de urgencia al Hospital de Niños de Santiago del Estero, se le confirmó a la familia que las heridas habían causado tal daño que sería inevitable amputarle todos los dedos de cada mano.
"Ese 26 de septiembre creía que mi vida acababa. Pero enseguida me di cuenta de que no podía bajar los brazos. Fue un proceso largo y, de alguna manera, lo sigue siendo", afirmó la madre de la chica, Margarita Vera, en declaraciones al diario La Gaceta.
Así, la familia adoptó un estilo de vida con viajes por el país, controles, análisis y terapias de todo tipo. Algo que jamás habían imaginado. Camila junto a su madre tuvieron que viajar entre sus dos y sus siete años a Buenos Aires para atenderse en el Hospital Garrahan.
Con el tiempo, la familia Cajal conoció al traumatólogo, también santiagueño, Claudio Brahim que atendía en la provincia de Tucumán y quien tomó la decisión de ayudar a Camila en el difícil proceso de adaptación en la vida cotidiana.
Con el muñón que le quedó en la mano izquierda, Camila logró desarrollar una especie de pulgar, lo que le permitió escribir, manejar el celular, comer y hasta lavarse el pelo. Sin embargo, la mano derecha le quedó prácticamente inutilizable.
"Nunca me resigné fácilmente a tener que decir la frase ’es una secuela, qué le vamos a hacer’", afirmó el médico Brahim.
Fue entonces, cuando el profesional entró en contacto con Lucas Abdalá, un estudiante de 27 años que está a tres materias de recibirse como ingeniero electrónico en la Facultad Regional Tucumán, perteneciente a la Universidad Tecnológica Nacional.
Entre ambos, se encargaron de diseñar dos prótesis "low cost" y con la mejor calidad posible.
"Usamos planos que están disponibles para cualquiera en internet, un software gratis y la impresora 3D de Claudio y construimos la parte electrónica con elementos que se consiguen fácilmente en Tucumán. Lo más caro son las cinco pilas, que hay que recargarlas después de un tiempo", detalló Abdalá.
Según comentaron los dos especialistas, la prótesis tuvo un costo menor a los $ 2.000, cuando el haberlas conseguido en EEUU habría significado una inversión de nada menos U$S 30.000 ($ 464.252).
Hasta el momento, la propia Camila asegura que las prótesis le resultan incómodas para realizar algunas tareas, por lo que prefiere apelar a la llamada "mano metacarpiana". Sin embargo, no para de agradecer la posibilidad de poder disponer de nuevos dedos para realizar tareas cotidianas en su vida.
"Lo más importante es que hemos hecho todas las pruebas que permitirán que casi cualquiera pueda acceder a una prótesis. Ahora será posible que un amputado pueda estar usando ’manos nuevas’ apenas sus tejidos hayan cicatrizado. Quizás en menos de un par de meses", celebró Brahim.
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