Los datos recientemente publicados por el INDEC sobre el desempeño de la economía argentina durante el primer trimestre de 2025 confirmaron lo que, en buena medida, ya era perceptible en los indicadores de alta frecuencia: la actividad económica registró una mejora apreciable en el arranque del año. El producto interno bruto creció 5,8% en términos interanuales y 0,8% respecto del cuarto trimestre de 2024, en la serie desestacionalizada. Ese dinamismo se apoyó, principalmente, en una recuperación del consumo privado (que creció 11,6% interanual y 2,9% trimestral) y en una fuerte suba de la inversión (31,8% y 9,8%, respectivamente), según la misma medición.
Pero esa foto no es toda la película. Desde fines de marzo, y sobre todo a partir de abril, comenzó a registrarse un amesetamiento en el nivel de actividad que todavía no está capturado por los datos oficiales del PIB. El Índice Mensual de Actividad Económica (EMAE), la producción industrial, la construcción y la recaudación tributaria han mostrado una desaceleración que, si bien aún no configura una contracción, pone en duda la continuidad del impulso inicial. También el Gobierno parece haber reconocido este enfriamiento, como lo sugiere la implementación de medidas como el programa para incentivar el retorno al sistema financiero de dólares atesorados fuera del circuito formal. La cual, más que una herramienta orientada a acumular reservas, debe leerse como un intento por estimular la actividad económica impulsando el desahorro y que, por el momento, no ha tenido demasiado éxito: los depósitos en dólares del sector privado hoy son inferiores a los que había cuando arrancó el plan.
Dentro del desglose del informe del INDEC, llamó particularmente la atención el desempeño del consumo privado. No sólo se recuperó del golpe sufrido entre fines de 2023 y comienzos de 2024, sino que ya supera los niveles de esa caída. Sin embargo, hay que relativizar el entusiasmo: estamos prácticamente en los mismos niveles que en el primer trimestre de 2018. Es decir, siete años sin avances concretos. Y si miramos su peso dentro del PIB a precios corrientes, el consumo privado representó el 71% del total, uno de los valores más altos de toda la serie. Esto confirma lo que ya se sabía: el crecimiento argentino sigue estando excesivamente apalancado en el consumo.
La dependencia del consumo como motor de expansión plantea una pregunta ineludible: ¿Cómo seguirá creciendo la economía? Para sostener el ritmo, sería necesario que se recuperen los ingresos reales y el empleo, que hoy continúa estancado. La otra cara de esta concentración del crecimiento en el consumo es la debilidad crónica de la inversión.
Según el mismo informe del INDEC, la formación bruta de capital fijo representó apenas el 15% del PIB en el primer trimestre del año. Una proporción baja no solo en términos históricos, sino también si se la compara con las economías emergentes que han crecido sostenidamente en las últimas décadas, donde la inversión suele ubicarse en torno al 25 o 30% del producto. Como muestra el gráfico que acompaña esta nota, el “déficit de inversión” argentino es estructural y persistente.
Esa baja inversión no es solo un problema de volumen, sino también de calidad. La falta de inversiones eficientes, diversificadas y generadoras de productividad limita seriamente las posibilidades de crecimiento de largo plazo. Sin mejoras sostenidas en productividad —y sin aumentos en la dotación de capital por trabajador— no hay modo de mejorar el salario real de manera sustentable y, por lo tanto, el consumo privado también encuentra rápidamente sus límites.
La nota no estaría completa sin una advertencia que ya hemos repetido en otras ocasiones: sin reformas estructurales que apunten a la competitividad sistémica, el crecimiento seguirá siendo episódico y vulnerable. La macroeconomía podrá estar ordenada, pero sin un entorno propicio para invertir y producir, la recuperación será corta y frágil. Y para que las reformas tengan alguna chance de éxito, es imprescindible contar con una plataforma política que las viabilice y les dé sustento. De eso también se trata la sustentabilidad del cambio.
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