Reducir el “Costo argentino”: clave para estabilizar y crecer sostenidamente

(Por Luis Secco - economista, director de Perspectiv@s Económicas) ¿Qué implica realmente el “costo argentino” y cómo afectan las nuevas medidas del gobierno a los consumidores, empresas y la competitividad del país? En esta nota, analizamos el impacto de la eliminación de impuestos distorsivos y la desregulación en el camino hacia un crecimiento sostenible.

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El programa económico de Javier Milei descansa sobre dos pilares estrechamente vinculados: la estabilización macroeconómica y la reforma microeconómica. No hay uno sin el otro, al menos de forma sostenible. Mientras el componente macro apunta a contener la inflación y equilibrar las cuentas públicas, el microeconómico busca desmontar las barreras estructurales que frenan la competitividad y el crecimiento del país.

En esa dirección, se conocieron dos medidas que merecen análisis tanto por su simbolismo como por su impacto práctico. Por un lado, la derogación de 43 normas que habilitaban al Estado a fijar precios, intervenir en mercados y exigir información a empresas. Por otro, el anuncio del fin del "Impuesto PAIS" sobre compras en dólares, un tributo que había distorsionado los precios relativos y encarecido el acceso a bienes y servicios del exterior.

Ambas decisiones representan un paso hacia la reducción del denominado “costo argentino”, un concepto algo en desuso pero de extraordinaria vigencia y que durante décadas fue utilizado para explicar por qué producir en Argentina es más caro que en otros países. Este costo extra se traslada, por un lado, a los precios que pagan los consumidores y, por otro, a las estructuras de costos de las empresas, que deben afrontar regulaciones excesivas, burocracia ineficiente y una alta presión impositiva.

Reducir el “costo argentino” tiene efectos positivos sobre múltiples frentes:

  • Para los consumidores: La eliminación de impuestos distorsivos, como el "Impuesto PAIS", o la reducción arancelaria, simplificación y aumento de los límites para introducir mercadería para consumo personal, no solo beneficia a quienes consumen bienes extranjeros, sino que también introduce mayor competencia en el mercado interno, lo que puede contribuir a contener la inflación en algunos sectores.
  • Para las empresas: La eliminación de regulaciones innecesarias simplifica la operatoria, reduce los costos de transacción y libera recursos que las empresas pueden destinar a inversión o expansión. Un entorno regulatorio más amigable también mejora la previsibilidad, un factor clave para atraer inversiones.
  • Impacto sobre la competitividad: Menores costos de producción y transacción no solo benefician al mercado interno, sino que también potencian las exportaciones. Esto es especialmente relevante en un contexto donde el tipo de cambio real apreciado ya coloca a muchas empresas argentinas en desventaja frente a competidores internacionales.

La apreciación del tipo de cambio real y la mayor facilidad para importar productos plantean un desafío importante para los sectores orientados a la sustitución de importaciones. En un contexto de apertura económica, estos sectores enfrentan una competencia más intensa, lo que puede desincentivar la producción local de bienes que compiten con las importaciones. Este fenómeno fue evidente durante los años 90, un período recordado en Argentina por el denominado "boom importador".

Sin embargo, más allá de la narrativa dominante sobre los efectos negativos de ese boom en ciertos sectores, es importante destacar que los años 90 también marcaron un punto alto en la relación exportaciones/PIB. Según datos históricos (ver gráfico) durante ese período las exportaciones se duplicaron en relación al producto, impulsadas por un entorno de mayor estabilidad macro, desregulación, apertura económica y libertad de mercados.

El contraste entre la apertura a las importaciones y el crecimiento de las exportaciones durante los 90 puede atribuirse a varios factores. Primero, la apreciación cambiaria y la estabilidad macroeconómica generaron un entorno de confianza que favoreció la inversión, no solo en sectores orientados al mercado interno, sino también en aquellos que competían a nivel global. Segundo, la reducción de costos asociados a la desregulación permitió a las empresas reasignar recursos hacia actividades más competitivas, fortaleciendo su capacidad exportadora. Por último, la evidencia empírica tiende a dar soporte a la prédica del presidente y su ministro de Economía, de que se puede crecer con un tipo de cambio real apreciado y que reducir su volatilidad (aumentar su previsibilidad) es mucho más importante que su nivel (si está apreciado o depreciado).

Aunque la reducción del costo argentino tiene beneficios evidentes, no puede abordarse como una estrategia aislada. Una menor presión tributaria, como la que implica la eliminación del "Impuesto PAIS", solo será sostenible si va acompañada de una férrea determinación para mantener el equilibrio fiscal. De lo contrario, cualquier alivio inicial se transformará rápidamente en nuevos desequilibrios macroeconómicos. Lo mismo aplica para la desregulación. Aunque la eliminación de normas ineficientes es positiva, debe ser parte de un esquema institucional sólido que no derive en escenarios de incertidumbre jurídica (ante la perspectiva de que lo que hay, será revisado en el futuro).

En definitiva, el círculo virtuoso entre la estabilización macro y la reforma microeconómica es clave para sentar las bases de un crecimiento económico sostenible. Las medidas anunciadas, en las últimas horas, representan un paso en la dirección correcta, pero el éxito del plan dependerá de la capacidad del Gobierno para profundizar estas reformas y mantener un marco macroeconómico estable.  

Avanzar en la reducción del costo argentino es una oportunidad para recuperar competitividad, fomentar el empleo y, a la vez, ganar credibilidad interna y externa. En un país con recurrentes crisis económicas, la sostenibilidad y la consistencia serán las claves para transformar estos pasos iniciales en resultados duraderos.

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