Para entender de qué se trata una política industrial vale analizar lo realizado por el gobierno de Japón en 1949 con la creación del Ministerio de Industria y Comercio Internacional (MITI). Esta institución tenía la función de establecer en el país las industrias que requerían empleo intensivo de capital y tecnología: la del acero, la refinación de petróleo, la maquinaria industrial de todo tipo, la electrónica y el software embebido.
Desde un punto de vista del corto plazo, favorecer a esas industrias implicaba un conflicto con el racionalismo económico porque eran las más inapropiadas para Japón, dado el costo relativo de la producción. Pero analizando a largo plazo, esas son industrias en las que el ingreso es alto debido a la gran demanda, el progreso tecnológico es rápido y la productividad de la mano de obra aumenta velozmente. Entonces, fue claro que sin esas industrias hubiera sido difícil darle empleo a 100 millones de habitantes y elevar su nivel de vida hasta alcanzar a los de Europa y Estados Unidos, como logró hacerlo Japón.
Por lo tanto, es estratégico tener ecosistemas emprendedores capaces de ayudar a que surjan y crezcan nuevas empresas. Es, como dice Andrés Oppenheimer en el título de su último libro, cuestión de “crear o morir” en el intento.
En América Latina, diversos países están impulsando iniciativas para el desarrollo y fortalecimiento de sus ecosistemas emprendedores. Si bien algunos países tienen un mayor recorrido en este tema, hoy prácticamente no hay ninguno que no tenga alguna iniciativa o institución de fomento del emprendimiento.
Pero no solo hay iniciativas públicas o lideradas desde los gobiernos. Todo lo contrario: ya hay una cantidad importante de actores no gubernamentales que, como la Asociación de Empresas Tucumanas de Tecnología de la Información (AETTI), contribuyen a la construcción de ecosistemas emprendedores.
En AETTI Hub, la incubadora de empresas de la entidad, funciona el programa Startups Argentina dirigido a emprendedores del noroeste argentino (NOA). Su propósito es detectar y acompañar ideas-proyecto innovadoras de base productiva y tecnológica hasta que se conviertan en empresas exitosas.
Gracias a este tipo de entidades que apuestan a profesionalizar a las startups de nuestro país, la semilla de cambio comienza a germinar. Según Oppenheimer, es hora de que los argentinos entremos de lleno a la era de la economía del conocimiento y entendamos que el dilema del siglo XXI no será “socialismo o muerte” ni “capitalismo o socialismo” ni “Estado o mercado”, sino uno mucho menos ideológico: innovar o quedar estancados. O, en términos más dramáticos, “crear o morir” en el intento.
Sumate ingresando aquí.
Tu opinión enriquece este artículo: