Desde el 2017 el Gobierno tiene un objetivo claro: duplicar el número de pasajeros que viajan en avión, tanto a nivel local como internacional. Para ello, desarrolló una estrategia que incluye el ingreso de nuevas compañías low cost, junto al fortalecimiento de la línea de bandera y un plan de inversión en infraestructura en aeropuertos, sobre todo en el interior del país. El objetivo no es solo que más gente vuele, sino también la generación de empleo tanto directo como indirecto en el sector aerocomercial.
Según consigna Infobae, los datos oficiales indican que la cantidad de pasajeros creció 40% desde 2015. Además, para fin de 2018 se van a haber sumado en total 7,5 millones de pasajeros nuevos. Esto no significa solo más gente volando, también muchos empleos. Sin embargo, estos sectores intransigentes pretenden vulnerar la estrategia oficial con medidas de fuerza incoherentes.
El crecimiento aéreo es empleo de calidad directo e indirecto. Pero desde el principio los sindicalistas aeronáuticos se oponen a este avance y a la llegada de las compañías low cost.
Con paros sorpesivos, principalmente, que perjudican a miles de pasajeros, buscan evitar la expansión del servicio que según estimaciones privadas en el corto plazo generará cerca de 5.000 nuevos empleos directos y más de 70.000 indirectos.
El pasado viernes, una asamblea intempestiva con cese de actividades del gremio de la Asociación Argentina de Aeronavegantes (AAA) que comanda Juan Pablo Brey, provocó la cancelación de más de 30 vuelos en Aeroparque y perjudicó a alrededor de 8.000 personas que no pudieron volar.
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